\”La escritura es la mejor terapia\”

Alonso Salazar, exalcalde de Medellín y autor de obras como \’No nacimos pa\’ semilla\’ (1990) y \’La parábola de Pablo\’ (2001), se desprende de la política y en un \”acto de comunión\” -como él define las entrevistas- habla de miedos, manías, errores y anécdotas en su labor periodística.

Una cachiporra hizo que Alonso Salazar Jaramillo estudiara periodismo y no derecho o antropología, después de abandonar la medicina veterinaria. Y no se arrepiente: además de buscar historias, quería saber cómo narrarlas. Desde los primeros semestres en la Universidad de Antioquia, a mediados de la década del ochenta, Salazar se dedicó al trabajo comunitario en la zona nororiental de Medellín. Allí encontró las historias con las que más tarde revelaría un reciente fenómeno de violencia entre pandillas de la ciudad, las vidas de muchos jovencitos sin futuro.

Se considera más alumno que profesor. Alonso, periodista, es reconocido por su intensidad en el trabajo: pasó de cinco años detrás de la figura de Pablo Escobar, ha rastreado la delincuencia juvenil de las comunas y también, la vida de las mujeres de nuestra guerra. En 2003 ganó el Premio Planeta de Periodismo por su libro Profeta en el desierto sobre la vida de Luis Carlos Galán. Con ocho libros publicados, dice que se entrega a los proyectos con alma, vida y corazón.

En los primeros y en los últimos días de 2014, Alonso Salazar, el político, fue noticia. Después de tres años, el Consejo de Estado tumbó el falloque le había impuesto la Procuraduría General y que lo inhabilitabaoir doce años para ejercer cargos públicos. \”A veces la vida tarda en dar la recompensa, pero luego viene, generosa, y nos regala las razones que motivan nuestra lucha\”, dijo en aquel marzo. Ahora, se sabe, volverá a la política, camino que este caldense de 54 años recorre desde hace diez años. Sin embargo, cuando le preguntan, dice que es periodista y escritor.

Antes del periodismo, usted adelantó estudios en medicina veterinaria, ¿qué le hizo llegar al periodismo?

Querer saber escribir.Yo inicié medicina veterinaria pensando que por mis orígenes campesinos podría gustarme, pero finalmente me encontré bastante perdido. Era muy fanático de la lectura,los periódicos, las revistas, la radio. En el momento en que tuve que pensar otra vez qué quería estudiar, elegí el periodismo y creo que acerté.

¿Qué opina del periodismo de academia?

Tuve la fortuna de tener allí buenos profesores.

Todos los conocimientos van adquiriendo un nivel de formalización y eso es muy importante porque así es posible difundirlos. Sin embargo, no solo en el periodismo sino en cualquier área, la gente puede tener la misma o mejor formación sin pasar por la universidad. Con seguridad que, en una empresa de energía, hay obreros de veinte o treinta años de experiencia que saben más que un ingeniero recién llegado. No hay que complejizarse mucho con eso. Lo importante es que haya periodismo, y haya buen periodismo.

¿Qué entiende usted por buen periodismo?

Cada vez es más compleja esa definición. En primer lugar, un periodismo bien hecho desde el punto de vista técnico, en cualquiera de los géneros que se utilice.Y segundo, un periodismo que sea pertinente, que atienda a unas preocupaciones sociales. A veces se le pide al periodista respuestas, pero esa no es su labor: la labor del periodista es interrogarse frente a la realidad y comprartir esos interrogantes con la sociedad.

¿Cree que el periodismo cumple con esa labor?

A veces. Para algunos medios reulta más rentable el sensacionalismo que la seriedad, por decirlo de alguna manera. Formar buenos medios, hacer buen periodismo, implica también formar buenos lectores, buenos televidentes, buenos radioescuchas, y esa es una lucha permanente. En general, los medios en Colombia se han dado a la idea fácil de acoplarse a la dinámica de consumo  hace falta que haya medios que estén interesados en mantener audiencias más críticas.

¿Le gustaría regresar a algún medio?

Mis trabajos por ser de índole investigativademandan mucho más tiempo. Yo no tengo el carácter para el tema de la noticia diaria y no creo que eso sea bueno o malo, eso es una vocación que se tiene o no se tiene. Tuve esa lección de trabajar en un noticiero local, El Mundo televisión con Marta Lucía Gutierrez, y trabajar para un noticiero nacional en la época en la que el periodismo aquí era perseguir muertos e ir a preguntarle al doliente qué sentía.

¿Pueden combinarse el periodismo y la política?

Es muy difícil, tienen dos objetivos muy diferentes: la política es la manera de relacionarse en torno a lo público, implica hasta al que se declara apolítico; busca la resolución de problemas, generar esperanza y posibilidades de cambios. Quienes le reclaman a los periodistas que sean relacionistas públicos  de la ciudad o del país, no saben qué es el periodismo. El periodismo está para contar historias. Y las historias a veces pueden ser esplendorosas y hacer sonreír cuando se mencione la palabra Colombia, o pueden ser muy dolorosas y terribles, y entonces ya nadie sonreirá, pero es también periodismo. Quizá lo único en que coinciden lo uno y lo otro es la tradición del acercamiento con la gente.

¿Qué fue lo que más extrañó del periodismo mientras ejercía como Alcalde?

Todo: el trabajo de campo, el escribir. Creo que la escritura es  la mejor terapia.

Uno no puede escribir temas de fondo teniendo que atender al mismo tiempo cinco, seis cosas o más a lo largo del día. Escribir es también un estado mental. Hay gente que es prodigiosa, trabaja y después escribe también, pero digamos que los grandes escritores se han reventado para evitar trabajar porque  esa condición de libertad y disponibilidad de tiempo es imprescindible.

¿En el transcurso de su profesión, cuál ha sido el error más grande que ha cometido?

Asignar un hecho como fue el atentado del parque de San Antonio a las milicias bolivarianas, estaba orientado en sentido general, pero hice una afirmación muy precisa y fue un gran error. Ellos no fueron responsables. Una buena parte de la posibilidad de ser amenazado es por la manera responsable o irresponsable en que se hace periodismo.

¿Cómo lidiar con ese tipo de errores?

Hay que salir a admitir: me equivoqué. El error más grande en el periodismo es la mentira, y hay que corregirlo. Yo lo corregí.

¿Cuál recuerda como su aprendizaje más importante en la carrera?

Yo creo que, definitivamente, el tema de narrar bien. Tratar de ser un buen narrador fue el aprendizaje y el desafío.

¿Qué tiene para decirnos a quienes apenas iniciamos en el periodismo?

Que hay que desprejuiciarse mucho. Para investigar bien hay que tratar de entender cosas que suceden, superar obviedades, evitar lugares comunes. Hay que mirar el paisaje, tener capacidad de describirlo, las personas, sus maneras de ser, sus riquezas culturales, sus bondades, sus perversidades, pero siempre con mucho oído y con el ojo muy abierto. El periodismo es mucho más eficiente cuando está hecho así, que cuando está hecho como una proclama.

¿A qué periodista admira?

Durante mi carrera y por mucho tiempo fui muy juicioso leyendo la obra de Germán Castro Caicedo, porque él fue pionero en salirse de las salas de redacción y caminar el país como cumpliendo ese mandamiento que después le escuché a Juan José Hoyos, quien fue mi maestro en la Universidad, de que el periodismo es un viaje a pie. Fueron capaz de mostrarnos un país que no se conocía. En otros aspectos, he disfrutado leer a Gay Talese, Truman Capote, Kapuściński, y Alma Guillermo Prieto para temas Latinoamericanos.

¿Cuáles son sus métodos?

Los convencionales de la investigación: revisiones de prensa exhaustiva y fichaje de las mismas, lectura de los libros ya escritos sobre el tema, hacer uso de fuentes testimoniales. En fin, una historia de periodismo es muy amplia, y lo que el periodista debe tener como objetivo es al final saber más que cualquiera de los otros, porque cada uno ha vivido una realidad parcial. El periodista retoma todas esas realidades y trata de ensamblarlas.

¿Y sus manías a la hora de escribir?

Sigo siendo un adicto al café, ¿y quién no?. Procuro trabajar en horarios de obrero diurno, a no ser que tenga en el momento algún otro oficio. Y ahora que hay internet, mi vicio es estar verificando datos. Escribo relativamente desordenado en las primeras etapas, me preocupo más por la información y luego vuelvo sobre la misma buscando que esté mejor escrita.

¿A qué se está dedicando en estos momentos?

A hacer un trabajo sobre el Paramilitarismo, donde una de las preguntas base es ¿por qué nuestra sociedad ha sido tan propensa a producir protagonistas de violencia?. No basta con hablar de \’Tirofijo\’ y más tarde de \’Castaño\’, eso no surge de la nada, surge de las sociedades.

¿En su labor periodística, cómo logra sacar a los entrevistados de su zona de confort?

Yo en las investigaciones nunca me propongo revelar chivas, no busco secretos judiciales, busco mucho más, que la persona se revele: la persona se revela en la medida en que es capaz de narrar su cotidianidad. A través de procesos largos, no en una entrevista o dos, sino  una sucesión de entrevistas donde uno pueda construir un mundo a confianza. Algunos métodos son encontrar fotografías del entrevistado, frecuentar los lugares que él frecuenta, entre otros que generen la posibilidad del acercamiento.

¿A qué le tiene miedo en el periodismo?

A no ser capaz de contar bien las cosas, a jugar con facilismos, con estereotipos, a no aportar algo al entendimiento de esa cosa sobre la que escribo.

Por último, ¿cuál es su mantra a la hora de hacer periodismo?

Yo se lo escuché a Alfredo Molano en una charla: hay que aprenderse muy bien los métodos y hay que olvidar muy bien los métodos. Quizá parecido a lo que dice Kapuściński, para hacer periodismo hay que salir a la calle y activar los sentidos. Estar despiertos.

*Esta entrevista fue publicada en la edición 72 de De La Urbe.

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