Reflejos

I

Esto no es un principio: casi nunca sé qué decir.

— ¿Cómo estás?

— Bien

— ¿Cómo estuvo la fiesta?

— Bien

— ¿Qué te pareció mi amigo?

— Bien

II

Miento a menudo: sé qué decir aunque no diga nada.

Soy fruto de un colegio femenino y un arduo intento de perfección familiar, por favor, me enseñaron muy bien cómo no ser bruja, arpía, gorgona, y una tan necia termina desobedeciendo.

III

Siempre hago pausas:

Me conozco, me re-conozco, me des-conozco.

Lo mismo, lo mismo siempre.

IV

Debí haber dicho: imbécil, no te importa cómo estoy; no me gustan las fiestas y tu amigo es el ser más despreciable que he visto en mucho tiempo. Pero celebro mis pausas:

V

Nunca sé por dónde empezar, nunca sé cómo explicar el montón de hilos que siempre estoy tejiendo en la cabeza. Cuando opino en mis clases: estoy inventando, cuando no opino: callo con sinceridad y todas las preguntas las respondo mentalmente, pero eso no basta para el máximo número. Cuando me ausento, estoy conmigo misma: no molestar. Cuando me excuso es tarde.

VI

Algo ocurre dentro cuando alguien más ya ha dicho lo que pienso, quizá regocijo al saber que no estoy loca en absoluto o frustración al sentirme otro lugar común.

VII

Me gustan los lugares comunes porque nadie quiere frecuentarlos otra vez, cuando a alguien le da por volver todo ha cambiado ya.

Volver, retornar, regresar, siempre es necesario.

Necesario es todo, siempre que creamos que así es.

Creer es… crecer. Y crecer es… un verbo de seis letricas no muy parecido a volver.

VIII

\”Vaya a saber cómo hubiera podido acabar algo que ni siquiera tenía principio, que se dio en mitad y cesó sin contorno preciso, esfumándose al borde de otra niebla\” (Cortazar, 1969). Algo ocurre dentro cuando alguien más ya ha dicho lo que pienso. Me gusta lo difuso, me gusta la miopía mental, me da el poder de transformar cada recuerdo siempre que quiera. Y a menudo me contradigo: no quiero sonar a música de ascensor, ni saber a comida de hospital. No. No me gustan los lugares comunes.

IX

Cómo evidenciar que hice esto o aquello.

Si un hombre grita en medio de un bosque solitario, donde nadie lo escucha, ¿realmente gritó?, ¿sí?, ¿y quién prueba que sí?, ¿no?, ¿cómo que no?. Nunca supe cómo termina el acertijo.

Si una estudiante hizo cada una de sus lecturas mientras huía de la academia y faltaba a sus clases ¿hizo realmente las lecturas?, ¿sí?, ¿y quién prueba que sí?, ¿no?, ¿cómo que no?. Debí terminar el acertijo.

X

Titular es un arte, escribir decálogos también.

Los decálogos sobre lo inútil son inútiles.

Las notas mentales suelen olvidarse.

XI

Me gustan los cuentos porque me siento incapaz de escribir alguno. Así como me gustan los niños pequeños porque suelo caerles mal. Me gustan las fresas porque mi neurólogo las prohibió después de un extenso tratamiento. Me gustan los besos porque siempre me siento vacía después de. Me gusta escribir sobre lo inútil porque pocos disfrutan leerlo. Me gustan los corazones rojos porque son emoticones sosos. Me gusta que me pregunten cómo estoy, cómo estuvo la fiesta, qué tal su amigo, aunque mienta, aunque siempre haga pausas y desobedezca. Me gusta que cada personaje cuente su versión de los hechos, para llegar a un solo punto, aunque no sepa cuál es el punto. Me gusta el agonice suavecito y bien agudo, que me hace pensar que viene algo bueno. Va bene, va bene. Me gustan los idiomas porque medianamente hablo el natal. Me gusta sumergirme en lo indefinible; la escafandra es para eso, casi siempre me ahogo, esa vaina pesa mucho y yo nunca aprendí a nadar.

XII

Faulkner decía que si reencarnaba le gustaría vivir como un Zopilote. Cuánto aburrimiento, \”nadie lo odia ni lo envidia ni lo quiere ni lo necesita. Nadie se mete con él, nunca está en peligro y puede comer cualquier cosa\”. Me gusta que me odien, que me envidien, que me quieran y me necesiten. Soy un ser egoísta, repugnante, como todos. Menos hipócrita que muchos otros. Me gusta sentirme en peligro porque de alguna forma me llevará luego a sentirme segura, así sea por un instante. Me gusta ser un montón de personajes perdidos que no van a ninguna parte, porque me gusta estar aquí.

XIII

Esta mañana, en medio de una entrevista laboral, me ofrecieron un Frappe.

Se referían por supuesto a un granizado de café quién sabe con qué preparación, pero yo solo pude pensar en el ballet y las perfectas posiciones que todavía no logro.

El Frappe estaba rico, espero que me contraten.

XIV

No me gusta el \”si hubiera hecho, si hubiera dicho\”. Ni hice, ni dije. Nada cambia.

Pude haber escrito todo esto antes, pudo haber salido mejor, o peor.

Estoy un poco seca, un poco neutra, un poco muerta.

XV

Esto no es un final: casi nunca sé qué decir.

\”Estoy viva\” puede ser un buen principio o un buen final.

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