Basado en sus propias experiencias como uno de los cuentistas mayores de la lengua española, el escritor uruguayo Horacio Quiroga compuso un célebre decálogo para los que él llamó perfectos cuentistas.
Horacio Quiroga nació en Salto (Uruguay) en 1878 y se suicidó en Buenos Aires en 1937. Durante muchos años trabajó como agrónomo cultivador de yerba mate, destilador de naranjas, fabricante de carbón, constructor, topógrafo y navegante en la ozona selvática de Misiones, cerca al río Paraná, un territorio apartado del norte de Argentina, donde vivió buena parte de su vida. Allí, a la sombra de Edgar Allan Poe y de otros grandes cuentistas a quienes leyó con fervor, encontró los temas de la mayor parte de sus cuentos, al igual que sus personajes y su estilo.
Este es uno de los decálogos más conocidos sobre el oficio de escribir.