Ojalá no te mueras nunca

Hay días en los que uno despierta con la nostalgia hasta en el pelo.

En las noches me acerco para fingir que el día estuvo bien, que la vida va bien, que los amigos bien y los amores también. Para darle un beso y cerrar los ojos un instante a su lado creyendo que toda esa postura de felicidad que acabo de venderle es totalmente cierta. Sentir su respiración calmada y de vez en cuando acercarme al corazón como a un refugio.

En las mañanas despierto con la necesidad de cerciorarme de que todo está bien, que descansó y sus mejillas y sus labios no están pálidos. Que sus ojos aún brillan y puede acariciarme la cabeza unos minutos mientras me recuerda lo tarde que voy para la universidad.

Últimamente me parece que su piel está más suave y delicada, encuentro sus huesos un poco más delgados, sus sonrisas van a un ritmo más despacio y ya no se apura en discutir casi nada porque hacerlo significa un gran esfuerzo.

Entre las mañanas y las noches todo se hace más eterno, pero me permite pensar. Esta semana, por ejemplo, descubrí que le debo todo mi encanto por la poesía y la escritura. Resulta que, cuando estaba en preescolar, a eso de los 5 años, tuve que aprender un poema. Ese primer poema que aprendí y recité en un acto cívico del Día de la madre luego se lo recitaba en casa cuando me peinaba: \”ya se están volviendo grises/ como nubes/ tus cabellos\”. Y mi mamá sonreía y se le encharcaban los ojos como si en serio estuviera vieja, ella, llena de vida. \”Cuando le toca peinarme/ con sus manos tan queridas/ es un río de ternura/ lo que corre por mi vida\”. Uno o dos años más tarde inicié un cuaderno en el que inventaba poesías, todas terribles, y solo se las compartía a mi mamá porque me avergonzaba el juicio ajeno. Desde entonces le comparto la poesía que más me gusta y ella me escucha atenta y me pide que le repita porque le gusta que le lea.

Todo pensé en mi niñez menos que hoy fuera a sentir tanto miedo de su ausencia. Tanto. Nunca. Entre las noches y las mañanas la recuerdo diciendo: ojalá dure siquiera diez añitos más. Ella no sabe, pero mentalmente le respondo: ojalá no te mueras nunca mami.

Esta tristeza es la poesía que no puedo recitarle.

1 comentario en “Ojalá no te mueras nunca”

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